Comentando el libro Start-up Nation, La historia del milagro económico de Israel, de Dan Senor & Salu Singer

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Hace unos días Raul del Pozo (CEO de Cink-emprende.es) @rauldelpozo se presento por sorpresa en la puerta de mi oficina y me regaló este libro

En muy pocos días lo he devorado y, como suelo decir, sólo un necio no saca partido de un libro, aunque sea una frase.

En este caso, voy a compartir las frases o conceptos con los que me quedo, en algunos casos comentando lo que me sugieren, siempre recordando que lo que yo he entendido no tiene porque coincidir con lo que los escritores han podido querer decir.

Una frase interesante de David Ben-Gurión es que “todos los expertos lo son de lo que fue, pero no hay expertos en lo que será”. A mucha gente que se quiere reciclar le digo que elija algo nuevo que ha surgido como Swift (el nuevo lenguaje de Apple), Google Glass o BigData. Estas cosas “serán”, por lo que se compite en igualdad de condiciones con mucha gente y, haciendo un titánico esfuerzo en un tiempo corto, se puede convertir uno en un experto y aprovechar el tirón.

En una frase de David McWillians dice: “Israel es lo contrario de un país unidimensional … es un crisol monoteísta de una diáspora que trajo consigo culturas, lenguas y tradiciones de todos los rincones del mundo”. Obviamente un grupo unido por una idea (la que sea), y dispuestos a construir algo común tiene más poder que los individuos solitarios. Muchas veces repito que si en la crisis en la que estamos todo el mundo en paro (millones) llevase una “piedra” a un mismo punto. Esa zona se regeneraría rápidamente (venta de comida, bebida, alojamientos, ropa, combustible, et.c) y dentro de 3000 años viviría gran parte de la población del turismo. Es que millones de piedras juntas ya tienen un gran valor.

Haciendo referencia a una consultora llamada Monitor Group dice: “Cuando [los emprendedores] tienen éxito, revolucionan los mercados. Cuando fracasan, se siguen manteniendo bajo la presión de la competición y así estimulan el progreso”. Hablan de cómo el sistema legislativo no estigmatiza y margina a los emprendedores fracasados para que regresen al sistema y aprovechar su experiencia. Yo creo que en España tenemos una aversión personal al riesgo inmensa, tal vez porque nos educan “profesores fijos de por vida, que imagina lo animados a tomar riesgos que puede estar” (entre comillas porque estoy siendo un poco cínico) y nuestros padres (que pueden pagar las consecuencias de nuestros riesgos) nos animan a que sigamos un sendero trazado: “mejor ser funcionario o trabajar en una multinacional, comprar un piso porque alquilar es tirar el dinero, no estudiar fuera porque lo mismo se pierde un año o no se quiere volver, etc.”, donde ni siquiera está bien visto destacar o el número de concursos escolares en los que se ha participado.

En el libro se desarrolla el concepto del fracaso constructivo o inteligente a través del caso del ejército israelí, donde se tiende a pensar que todas las actuaciones tienen un valor neutral (ni éxito ni fracaso). Mientras los riesgos sean asumidos de manera inteligente, y no imprudentemente, siempre hay algo que aprender. Debido a la escasa población se ha realizado una organización donde los sargentos pueden llegar a asumir labores que en otros ejércitos toman tenientes coroneles. También chocan cosas como la «falta de respeto” a la jerarquía indicando que si un soldado no está de acuerdo con un oficial, se lo diga o reproche directamente. Incluso relata cómo subordinados en las empresas cuestionan las decisiones de sus superiores y hasta piden la justificación de por qué es su jefe en vez de serlo al revés. Llega hasta el punto de comentar los juicios públicos a militares por fracasos en operaciones de guerra o cómo subordinados consiguen que sean despedidos sus responsables por incompetencia para su puesto. Si se implantase parte de esta cultura en España probablemente las listas del paro se engrosasen con miles de mandos intermedios en organizaciones que nadie sabe exactamente qué aportan.

Alex Vieux explica que al contrario de lo que sucede con emprendedores extranjeros, a los que conoce en networkings dando a conocer su empresa, en el caso de los israelíes siempre están presentando a su propio país. Parece lógico que si todo un país habla bien de él será bastante más fácil que, en el imaginario colectivo, la imagen proyectada sea más positiva que si no lo hace. Este caso se puede ajustar perfectamente a una empresa o a la propia Administración Pública. Tal vez el trabajar por la mejora de la imagen de esta última, cuando por mis experiencias no está tan mal como se habla de ella, debería estar en la mente de todos como una responsabilidad de los propios funcionarios.

Menciona la mentalidad de “todo es posible” o rosh gadol y de las diferencias de gestión entre el éxito en la misión Apolo y el fracaso (por no escuchar a los técnicos) en la desintegración del Columbia a la reentrada a la Tierra (por no considerar que pérdidas de espuma anteriores no habían causado problemas y se podría obviar el problema). Los autores explican cómo intentar defender una mala decisión es inaceptable. Si se ha errado, cabe demostrar lo que se ha aprendido.

En el libro se expone el caso del servicio militar obligatorio y de los períodos que se pasan todos los años (semanas) en ejercicios en la reserva. Esto crea lazos de por vida con compañeros de la misma unidad. Además, su evolución profesional puede ser muy distinta de la militar y por lo tanto el superior en un ámbito puede ser el subordinado en otro, lo que favorece la aceptación de la crítica.

Comenta que el mayor enemigo de la fluidez es el orden. Un poco de caos no es bueno sino fundamental. También referencia conceptos como “ciencia de la complejidad” y “el borde del caos”. Además expone que en un país con gran inmigración es más fácil que haya start-ups. Si eres hijo de un padre adinerado, posiblemente con más medios, tengas menos necesidad (sonrisa cínica on).

Habla del concepto de “circulación de cerebros” en vez de “fuga de cerebros”. La gente puede marcharse unos años al extranjero a desarrollarse y posteriormente convertirse en un nexo entre su país de origen y el país al que se marcharon.

Resalta los programas estatales de financiación, de tal modo que si una empresa recibe 8 millones de financiación privada, el gobierno pone otros tantos. Ya el propio Raúl del Pozo me comento de mecanismos similares en España donde habilitando a inversores cualificados se crean fondos que acompañan al inversor privado con dinero público.

Por último, destaca el concepto de cluster y su valor. Si en una zona se concentran muchas empresas del sector y fluyen los contactos y las ideas, las oportunidades de desarrollo para todos es superior. Si tu tienes una manzana y yo otra y las cambiamos, tenemos cada no una. Si cambiamos una idea, tenemos cada uno dos. Esta es la causa por la que creo que muchas zonas en España no se han desarrollado habiendo gran presencia de factorías de software, porque no se han desarrollado comunidades locales donde los técnicos intercambien las ideas. Esto no puede estar promovido por los directivos (que lo mismo prefieren que no tengan muchas oportunidades de cambio de empresa) sino por los técnicos de base ¡en sus ratos de ocio y tiempo libre porque les apasiona lo que hacen y quieren prosperar ajenos a sus empresas!

Como podéis ver, creo que hay muchas ideas interesantes (y más que no he contado por no hacerlo más largo).

Aún así, creo que este libro también vende el concepto de Israel 😉 y no sé hasta que punto es neutral. Cuando no me cuentan las cosas malas de un modelo algo me hace sospechar 🙂

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